Monday, December 29, 2008

Sunday, December 28, 2008

Friday, December 19, 2008

Wednesday, December 17, 2008

Una buena y una mala


La buena es que Nilton Olivera ha sacado blog. Y para más señas, Nilton es uno de los mejores dibujantes de mi generación. Claro, esperando que él me acepte en su generación. Como en internet todo vale, puedo incluirme.
La mala es que Álvaro Portales no está más en el Otorongo. Y tal vez eso sea algo que debamos lamentar todos los lectores inteligentes.
Como sea, los humoristas debemos continuar jodiendo. Porque a eso nos dedicamos. A resumir en una imagen lo que los peruanos piensan. A darle la palabra al mudo. A hacer reír y pensar cuando nuestros gobiernos (y vaya que se repiten) no lo quieran.

Friday, December 12, 2008

Wednesday, December 10, 2008

Mis bateros favoritos (segunda entrega)


Y vi la luz

Eran malos tiempos para hacer música. Una vez que se disolvió mi primer grupo, otros decidieron que lo mejor para mí, después de salir del colegio por la tarde, era pasar el tiempo haciendo cola para comprar arroz o azúcar en los mercados "Más por menos". Corría el año 1987, vivíamos pendientes de los cortes de luz, y las cenas familiares en las que no tuviéramos que comer las croquetas de pescado que el Estado repartía se tornaban memorables.
En la radio, la "Más Más" del año era Persiana Americana de Soda Stereo. Los grupos en español invadían todo el espacio sonoro y yo me preguntaba cómo carajo podía hacer para conseguir un miserable par de baquetas.
Con mis patas del barrio no le dábamos mayor vuelta al asunto. Organizábamos pichangas, rompíamos alguna que otra ventana del vecindario y gritábamos los goles con la esperanza de jugar algún día por la Selección. Pero cuando regresaba a mi casa era presa de la desolación. En mi cuarto, estudiando a la luz de una vela la lección para el cole, llegaba hasta mí un malestar que se tornaba pregunta: Señor ¿por qué me has abandonado?

Contra todo pronóstico, poco tardó el Señor en hacerse presente. Benévolo, llegó a través de la vía consanguínea. Para más detalles, mi tío Lucho frecuentaba una iglesia cristiana y nunca perdía la oportunidad de invitar a la familia a las frecuentes misas que diera el pastor de su congregación. Mis abuelos y mi madre lo trataban con mucho respeto, pero preferían pasar los domingos por la mañana buscando los saldos de Más por Menos antes de acudir a alguna de aquellas reuniones no autorizadas por el Vaticano. En cambio, a mí, me picó la curiosidad. Tal vez en la comunidad de mi tío podía encontrar la respuesta que buscaba.

Una mañana de fin de semana decidí acompañarlo hasta un recientemente abandonado cine en la avenida Javier Prado. Ese era el cuartel donde los fieles de la secta cristiana "Agua Viva" lanzaban la decidida batalla contra la maldad del mundo. Una vez dentro mi sorpresa fue absoluta. No había visto nunca tal cantidad de gente profiriendo loas, lanzando gritos y dando brincos. Algunos convulsionaban en sus butacas dando abierta muestra de un febril y descontrolado contacto con el Espíritu Santo. Otros preferían vagabundear con los brazos pegados a la altura del pecho por las pocas zonas libres del abarrotado recinto, al mismo tiempo que soltaban frases completamente ininteligibles. Mi tío me explicó más tarde que aquellos creyentes aparentemente histéricos habían sido "tocados" por Dios. ¿Dónde los habrá tocado para que se pongan así? se me ocurrió. Pero por respeto a El, preferí no preguntárselo.

Una vez acomodados en la sala pude distinguir lo que motivaba a aquellos cristianos modernos a mover el esqueleto al ritmo del antiguo testamento. No solo eran las parábolas y los apóstoles, la verborrea apocalíptica de los oradores o las minifaldas de las hijas del pastor. Era algo que iba más allá de todo eso: ¡era una banda de rock and roll! Sobre el estrado sonaban un cantante, un bajo, una guitarra eléctrica, un teclado y una batería. ¡Una batería!

Entonces, en medio de esa especie de delirante caos místico, mi tío me dijo: el baterista da clases gratis a los miembros de la Iglesia.

Ese mismo día me convertí.

Playboy

Algunas ilustraciones para Dedo Medio





Friday, December 05, 2008

Thursday, December 04, 2008

Mis bateros favoritos (primera entrega)


Además de dibujar, darle a las chelas hasta que cierren el antro de turno y comer cebiche de conchas negras, mi otra gran pasión es tocar la batería.
Empecé con los palos de tejer de mi mamá sobre mi colchón. Pusieron Boys dont cry en la radio y decidí seguir el ritmo. Grande fue mi sorpresa cuando me di cuenta que los golpes que daba encajaban con la secuencia rítmica de la canción. Así que seguí golpeando con furia sobre todo lo que sonara. Con el tiempo los palos de tejer fueron perdiendo el fuxia con que los venden y dejaron mostrar el gris metálico que una madre prefiere no encontrarse. Aquella época estaba invadida por el pop, tanto el gringo como el sudamericano. Aprenderme las canciones fue cosa de niños de 11 años. Y por cierto, yo tenía 11 años en aquel ochentero momento.
Dadas mis grandes cualidades musicales, lo de formar un grupo cayó por su peso. Mi amigo Erick, que estudiaba conmigo en el mismo salón, tocaba la guitarra y me invitó un día a su casa para el primer ensayo. Me quedé de piedra cuando vi la batería que había preparado para la ocasión. Era absolutamente gigantesca al punto que yo podía dar la vuelta completa sobre el banco y tener siempre algo que tocar. Estaba hecha de ollas, tapas, tápers, papel periódico y maletas de cuero que su padre ya no usaba. Con otro pata de su barrio, que fungía de bajista, la tocada de ese día fue apoteósica, al punto que la mamá de Erick nos pidió un bis antes de obligarnos a bajar al comedor para tomarnos toda la sopa.
Las tocadas continuaron con un desenfreno endemoniado. Siempre que la música se diera desde las 11 am (con una parada para el almuerzo que tan cariñosamente nos preparaba esa maravillosa señora) y continuase hasta las 7 de la noche, no teníamos problemas en tocar nuestros temas favoritos de GIT, Soda Stereo, The Cure, Rolling Stones, Beatles y todo aquello que hubiésemos escuchado a los 11 años.
Mi gran prueba de fuego llegó el día que visitamos la casa de Gonzalo, otro amigo del cole. Sus hermanos mayores tenían un grupo con instrumentos eléctricos y una batería acústica real. Para mis compañeros el trauma no fue mayor ya que podían aplicar lo que sabían en las guitarras acústicas que usaban para tocar en la parroquia sobre aquellos instrumentos mayores sin demasiada complicación. En cambio para mí fue un verdadero shock. A tal punto que pregunté qué es esto de acá abajo.
"Es el pedal del bombo" me dijo uno de esos grandotes cagándose de risa.
Y empezamos. Y le dimos al ruido ensordecedor durante toda la tarde. A tal punto que le cogí el truco al bombo. Y me dije a mí mismo "ah, así era". Abandonamos la casa esa noche con la sensación de haber conquistado la cumbre de la exigencia técnica.
Decididos, dimos un único concierto en la zona restringida para el estacionamiento de los carros de la quinta donde vivía Erick. Para la ocasión conseguí unos platillos de la antigua banda de la Guardia Civil, que gracias a mi tío policía, me habían cedido en calidad de préstamo. Como no contaba con parantes, los colgué de un árbol esperando que los nudos no me defraudaran. Después de la primera canción llegaron todas las madres de familia del barrio acompañadas de los hijos que aquella tarde no tuvieran clases en la universidad. Congregamos algo de 20 personas que siguieron eufóricas todos nuestros temas. Recibimos pedidos de los cuales desconocíamos completamente su procedencia, consejos para una presentación más "profesional" y un plato con carne extra en la casa del guitarrista.
Llevabamos un año con los ensayos. Era el momento de crecer. Con lo que teníamos no era suficiente y me empeñé por una tarola. Con ayuda de todos los miembros del grupo la conseguimos. La afinamos con un alicate y dimos marcha a nuestro voraz repertorio. Lamentablemente, la llegada de instrumentos sofisticados marcó el comienzo del fin. Los vecinos empezaron a quejarse, la buena señora que con tan buen humor nos soportó nos echó y nos vimos repentinamente en la calle.
El final de la empresa llegó como una maldición bíblica. El bajista prefirió usar su tiempo con una novia, el guitarrista repetía que sin bajista es poco lo que se puede hacer y a mí, mi mamá me quitó los palitos de tejer.

Regalitos