Thursday, December 04, 2008

Mis bateros favoritos (primera entrega)


Además de dibujar, darle a las chelas hasta que cierren el antro de turno y comer cebiche de conchas negras, mi otra gran pasión es tocar la batería.
Empecé con los palos de tejer de mi mamá sobre mi colchón. Pusieron Boys dont cry en la radio y decidí seguir el ritmo. Grande fue mi sorpresa cuando me di cuenta que los golpes que daba encajaban con la secuencia rítmica de la canción. Así que seguí golpeando con furia sobre todo lo que sonara. Con el tiempo los palos de tejer fueron perdiendo el fuxia con que los venden y dejaron mostrar el gris metálico que una madre prefiere no encontrarse. Aquella época estaba invadida por el pop, tanto el gringo como el sudamericano. Aprenderme las canciones fue cosa de niños de 11 años. Y por cierto, yo tenía 11 años en aquel ochentero momento.
Dadas mis grandes cualidades musicales, lo de formar un grupo cayó por su peso. Mi amigo Erick, que estudiaba conmigo en el mismo salón, tocaba la guitarra y me invitó un día a su casa para el primer ensayo. Me quedé de piedra cuando vi la batería que había preparado para la ocasión. Era absolutamente gigantesca al punto que yo podía dar la vuelta completa sobre el banco y tener siempre algo que tocar. Estaba hecha de ollas, tapas, tápers, papel periódico y maletas de cuero que su padre ya no usaba. Con otro pata de su barrio, que fungía de bajista, la tocada de ese día fue apoteósica, al punto que la mamá de Erick nos pidió un bis antes de obligarnos a bajar al comedor para tomarnos toda la sopa.
Las tocadas continuaron con un desenfreno endemoniado. Siempre que la música se diera desde las 11 am (con una parada para el almuerzo que tan cariñosamente nos preparaba esa maravillosa señora) y continuase hasta las 7 de la noche, no teníamos problemas en tocar nuestros temas favoritos de GIT, Soda Stereo, The Cure, Rolling Stones, Beatles y todo aquello que hubiésemos escuchado a los 11 años.
Mi gran prueba de fuego llegó el día que visitamos la casa de Gonzalo, otro amigo del cole. Sus hermanos mayores tenían un grupo con instrumentos eléctricos y una batería acústica real. Para mis compañeros el trauma no fue mayor ya que podían aplicar lo que sabían en las guitarras acústicas que usaban para tocar en la parroquia sobre aquellos instrumentos mayores sin demasiada complicación. En cambio para mí fue un verdadero shock. A tal punto que pregunté qué es esto de acá abajo.
"Es el pedal del bombo" me dijo uno de esos grandotes cagándose de risa.
Y empezamos. Y le dimos al ruido ensordecedor durante toda la tarde. A tal punto que le cogí el truco al bombo. Y me dije a mí mismo "ah, así era". Abandonamos la casa esa noche con la sensación de haber conquistado la cumbre de la exigencia técnica.
Decididos, dimos un único concierto en la zona restringida para el estacionamiento de los carros de la quinta donde vivía Erick. Para la ocasión conseguí unos platillos de la antigua banda de la Guardia Civil, que gracias a mi tío policía, me habían cedido en calidad de préstamo. Como no contaba con parantes, los colgué de un árbol esperando que los nudos no me defraudaran. Después de la primera canción llegaron todas las madres de familia del barrio acompañadas de los hijos que aquella tarde no tuvieran clases en la universidad. Congregamos algo de 20 personas que siguieron eufóricas todos nuestros temas. Recibimos pedidos de los cuales desconocíamos completamente su procedencia, consejos para una presentación más "profesional" y un plato con carne extra en la casa del guitarrista.
Llevabamos un año con los ensayos. Era el momento de crecer. Con lo que teníamos no era suficiente y me empeñé por una tarola. Con ayuda de todos los miembros del grupo la conseguimos. La afinamos con un alicate y dimos marcha a nuestro voraz repertorio. Lamentablemente, la llegada de instrumentos sofisticados marcó el comienzo del fin. Los vecinos empezaron a quejarse, la buena señora que con tan buen humor nos soportó nos echó y nos vimos repentinamente en la calle.
El final de la empresa llegó como una maldición bíblica. El bajista prefirió usar su tiempo con una novia, el guitarrista repetía que sin bajista es poco lo que se puede hacer y a mí, mi mamá me quitó los palitos de tejer.

3 comments:

Tom/Shine. said...

Es Steve Copeland de The Police o el pata de Soda Stereo?
XD

Andres said...

Se llama Stewart Copeland. Steve es su primo.

Juana_Olazábal said...

No puedo negar que es la autobiografía baterística más tierna que he leído.