Monday, August 03, 2009

Mis bateros favoritos (parte V)


Las noches con La Última Pieza fueron de antología. Aprendí un huevo y sentí por primera vez en la vida que hacía música "profesional".
Aunque, después de cada ensayo, era escoltado hasta el paradero del Enatru por los miembros de la banda. Y recuerdo que el celo de mis compañeros me parecía exagerado. Hasta incómodo. Se me ocurría que esas cinco cuadras por la avenida México a las once de la noche las podía hacer con los ojos cerrados.
Hasta aquel día... un día que el ensayo se prolongó más de lo debido. El papá del guitarrista, que siempre parecía salido de una mina de carbón, nos advirtió por tercera vez que ya era hora de que nos calláramos. Guardamos los instrumentos, nos tomamos un par de chelitas medio tibias y cogimos rumbo al puente de la Vía Expresa. Cuando llevábamos un par de cuadras, pasamos de las risas al absoluto silencio. A unos cuantos metros delante de nosotros, caminando en dirección contraria, avanzaba como arrastrándose una enorme y apabullante mancha de pirañitas.
Comprendimos telepáticamente que no nos quedaba otra opción que seguir caminando inexorablemente hacia el encuentro de nuestro destino. Nos adentramos en el cardumen de niños con bolsas de plástico llenas de terokal en cámara lenta. Como si los segundos se hicieran repentinamente de piedra.
Mirando sin ver nada noté que los pirañas, más que organismos vivientes, se dejaban llevar por sus pies como los zombies de las películas. El gesto dibujado a punta de chaveta y las voces raspando el aire como lijas.
Rodeados y rendidos. Con cero posibilidades de salir indemnes. Y sin darnos cuenta, todo se acabó. Los pirañitas siguieron su curso fantasmal sin prestarnos la más mínima atención.
Un minuto más tarde, cuando ya la distancia era prudente, el Mono, cagándose de risa dijo "felizmente regresan de la chamba".
Y aunque de ésa no me salvaba ni una guardia pretoriana, me despedí aquella medianoche de mis amigos, eternamente agradecido.

Finalmente, todo lo que sube siempre se termina jodiendo. Con el pasar de los meses conseguimos un productor y el ambiente se empezó a enrarecer. La informalidad que nos caracterizaba se perdió y de paso se llevó consigo las ganas de tocar. El primer guitarra renunció y nos quedamos sin local de ensayo. A todo eso se puede sumar el que conociera en la universidad a mi primera novia de la vida. Con lo que dejé atrás tambores, platillos y baquetas para dedicarme de lleno a mi recién estrenada obsesión: tirar.

3 comments:

Tom/Shine. said...

Y lo ultimo se refleja en algunas tiras de Oscar con Marga, cierto?
XD
Un buen deporte.
See ya,

P said...

La vida es esto. Prestémosle atención a los
detalles. Al calorcito humeante del pis, a sacar la basura, a viajar apretados
en colectivo. Si no disfrutamos eso, ¿qué nos queda?

Imberbe_Muchacho said...

jajaja, si pues, eso pasa con las novias de la universidad. Yo soy bajista y tambien deje la musica ya tiempo atras. Ni digo que algun dia volvere, proque ya no creo