Wednesday, January 28, 2009

Mis bateros favoritos (parte III)



Segundo de media. Año1987. Más misio que nunca. Aprovechaba cualquier ocasión para tocar con baterías ajenas. Por ejemplo, yendo a los ensayos de algún grupo horrible, bancármelo por horas y, cuando finalmente el baterista estuviese rendido, ponerme a tocar.
Esta práctica parasitaria me llevó a ampliar mis horizontes musicales. Conocí metaleros, new waves, progresivos, jazzeros, electrónicos y subtes. Y tocaba con todos. Lo cual no significa que con todos tocara bien. Lo más jodido me ha parecido siempre el tocar metal. Después de la primera canción ya estoy pidiendo chepi. Además, los metaleros tienen la particularidad de apestar mas que cualquier otro tipo de músico. Al final de un ensayo huelen a animal de granja en combustión.
En cambio, con los subtes (que tampoco es que emanen eau de toilette), los ensayos siempre salían pajas. Básicamente porque no necesitas tener ni puta idea del instrumento que usas. Solo hacer mucho ruido. Y mandar a la mierda a la humanidad. Por lo general, cuando tienes 13 años, eso es lo único que sabes hacer.
Fue por entonces que empecé a conocer a gente verdaderamente talentosa. Uno de ellos fue mi pata del cole, Chicho Rodríguez. Su instrumento era el piano, pero también era capaz de tocar la guitarra, el bajo, la batería y las cucharitas. Componía temas propios, hacía arreglos... era un crack. Y como yo era el único baterista de la promoción, terminamos formando un grupo.
A la vez que mi carrera como músico escolar iba tomando forma, mi trabajo como humorista gráfico empezó a contar con seguidores. Uno de ellos fue el profesor Loredo, de matemáticas. Un día me sacó del salón y con los ojos fuera de sus órbitas me escupió con tufo a pucho: "¿Quién carajos te has creído para burlarte así de tus maestros, cojudito insolente?".

Aunque no todas las autoridades compartían el mismo criterio. Otro que me seguía la pista era el director de nuestro amado centro educativo, el Padre Ricardo Morales. Lo veía merodear el periódico mural cada vez que yo pegaba algún nuevo dibujo. Y tenía la impresión de que mi chamba le gustaba.
Ese año, con Chicho al bajo y el "pollo" Frías a la guitarra, nos presentamos a los "Juegos Florales" del colegio (para el siguiente concurso incorporaríamos a un nuevo bajista, un tal Santiago Roncagliolo). Decidimos interpretar "Love will tear us apart" de Joy Division. No sin antes tener un choque entre los integrantes del trío, ya que yo estaba empecinado en tocar "In between days" de The Cure (y todo porque me salía bien el jodido redoble con el que empieza la canción). Chicho me explicó entonces que el arreglo de guitarra acústica en ese tema no hay quién pueda tocarlo. Y que, finalmente, los bateristas dentro de un grupo nunca deciden una mierda (acostúmbrense, jóvenes percusionistas).
Subimos al escenario y la rompimos. En serio, nos salió bien paja. Pero no ganamos. El grupo de quinto de media, con más músicos que una orquesta de salsa, tocó un popurrí recontra huachafo que mezclaba los grandes éxitos radiales del momento y con el que conquistaron los corazones del jurado.
Sin embargo, entre el público estaba Ricardo Morales. Me felicitó y dijo que merecímos ganar (Ricardo era muy diplomático, seguramente le dijo lo mismo a todos los grupos). Acto seguido, me dio un papel con un teléfono. "Este es el número de un amigo que también dibuja. Pero tiene más experiencia que tú. Tal vez sea bueno que lo conozcas y converses con él. Te puede orientar" me dijo Ricardo aquella memorable tarde.

El número que me dio era el de Juan Acevedo.

4 comments:

Anonymous said...

k bonito pedazo de tu historia... podrias continuarlo? seria genial saber q mas paso

sergio. said...

richi morales, tan diplomático él. Recuerdo que cuando fui finalista de un concurso de ensayos, me dijo algo muy parecido.

muy buena historia.

Anonymous said...

OE TIASO!!! TBN ERES BUEN RELATOR !! ME HICISTE ACORDAR A RENATO CISNEROS !!!! FACIL LA HACES TIO EH!!! SALUDOSSSSS

Tavo said...

Me maté de la risa imaginandome a Loredo.Él siempre tan delicado para dirigirse a la gente.